Cuando conocí al cineasta Luis Figueroa, yo era una joven poco conocedora de la realidad nacional. Quizás por eso me impresionó mucho su avidez por abordar, a través del cine, ciertos temas relacionados con la explotación y la exclusión social de la que era víctima el campesinado indígena. Luis Figueroa, como buen cusqueño dominaba el quechua, lo que le facilitaba la comunicación con esta población. Recuerdo que en 1972 viajamos a Cusco para la Fiesta del Corpus Christi. Fuimos a desayunar al mercado y es allí donde me mostró por primera vez lo que eran los cargadores de los que me había hablado y que trabajaban en los alrededores de dicho mercado. Eran niños, jóvenes y ancianos convertidos en verdaderas bestias de carga.

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